La excepción es la norma

La verdadera riqueza de los seres humanos reside en la capacidad de reconocernos en el otro. No, debería escribir el otre, porque lo que no se nombra no existe.

La representación de los movimientos LGBT sigue generando reacciones en todos los ámbitos. Pareciera que ser diferente está de moda. Transgredir, redefinir, romper reglas y estereotipos, atreverse a mostrar algo diferente. Es un debate que ha existido siempre, pero que, afortunadamente, las redes sociales y la velocidad con que se transmite la información, han sacado de la oscuridad.

Ser diferente no se escoge. Todes somos diferentes de infinitas maneras, y el cuerpo no es la excepción. Mira a tu alrededor… ¿cuántas personas son de tu estatura exacta, tienen tu color de ojos o la misma forma en el rostro? En el caso de los cuerpos, aquellos que no “encajan en el molde” se miran de reojo, con vergüenza y disgusto. Tener mucha altura, mucho peso, mucho vello, mucha nariz, poco busto, pocas nalgas, poco cabello…

Podría escribir horas sobre las características que se consideran mejores o peores. Nadie escapa de esto. Está tan normalizado que hay sitios donde se considera normal que los apodos se refieran a un rasgo físico, incluso si es una discapacidad o condición especial.

En ocasiones me imagino un planeta donde aquella hipótesis de Saramago se hace realidad: ¿y si de pronto nos quedáramos todos ciegos? ¿Si sólo el tacto nos permitiera relacionarnos? Si necesitáramos volver a ser una tribu para subsistir, ¿dónde quedarían todos esos prejuicios?

Miro con mucho gozo las iniciativas actuales que reconocen y celebran la diversidad. Creo que todes, desde nuestra trinchera, tenemos el poder para generar cambios. Yo, desde mi esquina del movimiento consciente, siempre propongo que nos atrevamos a vernos y abrazarnos como somos, pero hoy te invito a que relajes tu sentido de la crítica y te acerques a quien consideres diferente (sí, estoy segura que hay alguien cercano con quien te resulta incómodo pasar el rato).

Entonces, busca la oportunidad y genera un intercambio. Proponle ir por un café, a comer algo, vayan a caminar a algún sitio. Genera un espacio seguro donde pueda mostrarse como es sin sentirse juzgade. Mírale de verdad, con curiosidad amorosa. Interésate por su vida, su cotidianidad, escucha sus respuestas, acompáñale en sus actividades, nota cómo otras personas reaccionan ante su “diferencia”. Date la oportunidad de caminar en sus zapatos.

Después de un rato notarás que no es tan “diferente”. Que es un ser que vive, que tiene ilusiones, emociones, sueños. Que siente igual que tú, que se despierta cada día buscando su lugar, su ritmo, su manera de ser feliz, exactamente igual que tú… Entonces, ¿qué es lo que te molesta tanto?

Mira a tu alrededor. No encontrarás dos personas iguales en nada. Entonces, la diferencia es lo “normal”. En vez de concentrar tu esfuerzo en buscar lo que no “encaja”, enfócate en todo lo que nos asemeja.

Hoy, mi propuesta es que te muevas desde esa curiosidad. Reconoce esos sitios en tu cuerpo donde crees que “te falta” o “te sobra” algo y permítete solo sentir y soltar. Disfruta el cuerpo que tienes, ese vehículo que te permite moverte, relacionarte y explóralo sin juicios, sin deber ser... Cualquiera que sea tu actividad, busca el disfrute y no le pongas nombre a lo que sale o no, no trates de parecerte a nadie, aprende a reconocer tu individualidad. 

Eres diversx, sí. Y eres perfectx. Diferente e irrepetible. Honra tu propia diversidad.

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