San Valentín: historias de éxito y de terror

No soy una mujer grinch en nada. Me da igual qué tan comerciales sean ciertas fechas, para mí, siempre son una oportunidad más para celebrar algo, lo que sea, de la forma que sea, siempre está padre celebrar. Lo mismo que para comprar y recibir un regalo, o muchos, ¿a quién no le gustan los regalos? Sólo los tacaños y poco detallistas son los primeros en salir con que es una fecha comercial, y con esos yo jamás salgo.

Lo único que sí debo decir que no me encanta, es salir a algún restaurante en Día de San Valentín. Todo está, no lleno, abarrotado, y hace difícil que los restaurantes mantengan buen servicio y calidad en los alimentos. Nunca lo he entendido, pero hasta al mejor restaurante le ha pasado alguna vez. Es como si no lo supieran y no se prepararan para recibir oleadas de gente ese día. Es como cuando se les acaba el mismo platillo desde las 12 del día, porque es el platillo estrella, ¡pero no hacen más!. De verdad que no puedo entenderlo. La estrategia les podría durar un par de horas más o cuatro, y la gente seguiría yendo a buscar el mismo platillo, pero bueno, es sólo un comentario de una mortal, habría que preguntarle a “los que saben” por qué no quieren vender más.

En fin, como ya les quedó muy claro porqué no me gusta celebrar esta fecha en algún lugar público, siempre me pongo creativa y exhorto a mi pareja a que lo haga también. No siempre salen con las ideas más brillantes, pero sí debo decir que siempre le echan muchas ganas.

He pasado por todo tipo de celebraciones, desde la clásica serenata con mariachis (que debo decir que me encanta que me despierten con música de mariachis), hasta la que a todas luces estaba más que improvisada, pasando por cualquier tipo de cliché, pero no por eso menos memorables.

Una de esas memorables, pero que no deja de ser cliché, que alguien hizo para celebrarme, fue taparme los ojos y quitarme la venda en una de las habitaciones de su casa, a la luz de las velas, y con un una masajista con todo el kit incluido. Absolutamente todo era para consentirme a mí, cabe señalar que yo iba llegando de un vuelo de 12 horas y no nos habíamos visto en un mes. Más de la mitad del masaje fue muy relajante, y como 15 minutos antes de finalizar, él entró a la habitación solamente en ropa interior para darme un masaje súper hot con la masajista como maestra.

¡Wow!, una de las mejores experiencias en masajes. Desde ahí me hice todavía más fanática de masajear y que me masajeen todo, al punto en que pocas veces me dejo llegar al momento del orgasmo sin explorar y tocar todos esos puntos erógenos. 

Era delicioso sentir mis manos, mi cara o alguno de mis pies rozando algunas partes de su cuerpo cuando él se movía por todos lados para tocarme con cantidades industriales de aceite. Es una delicia cómo todo resbala más rico, se calientan más ciertas zonas, se siente mucho más en otras al momento de tocarlas… 

Yo no quería que acabara, todo ahí era súper hot, pero al mismo tiempo tenía mucha curiosidad de saber qué seguiría después, hasta me llegó a pasar por la mente que la masajista iba a ser parte de un threesome, pero no fue esta la ocasión… 

Cuando yo estaba a punto de explotar, paran el masaje, pero con amor, con tacto, literal, tacto, y nos sirven una copa de champaña a cada uno;  Me toma de la mano, abre la puerta, y un camino de velas blancas y pétalos de rosas rojas nos llevó hasta la recámara principal con la cama también forrada en pétalos, donde había de todo para untar, comer y, obviamente, seguir bebiendo. 

Nos probamos todo, nos comimos y bebimos de todo en todas las partes que se nos antojó.

Fue una noche casi sin final, todo fue tan entretenido y tan rico en todos los sentidos, que ni el cansancio del viaje me hizo ir a dormir temprano.

La señora de la limpieza nos tuvo que haber odiado por días, eso era una zona de desastre al día siguiente, y los pétalos habían quedado machacados dejando manchas rojas por todas partes, ni qué decir de algunos de los platillos.

Cuento esta como cliché, porque me parece que tiene todos esos elementos que a muchas nos gustan y pensamos en ellos en alguno o varios momentos, como las velas, los pétalos de rosas rojas, la comida y bebida para saborearte de todo encima de ti y de él, que te venden los ojos, que te masajeen de forma erótica, en fin… pero la verdad es que este hombre lo llevó al siguiente nivel. No hubo absolutamente ningún momento en el que necesitaras decir: “¡corte!”, o que me dijera: “espérame aquí, porque esto no está listo”, o “tenía planeado hacerlo de esta manera, pero me faltó algo”… ¡nada! Todo fue absolutamente perfecto y orgánico, como si lo hubiera ensayado mil veces antes de hacerlo. 

La selección de la comida fue absolutamente perfecta para el “durante” y el “después”. Él olía espectacular, ese olor que se te queda impregnado y que no quieres que se vaya nunca, perfectamente bien aseado y rasurado de todas partes. Ya se imaginarán cómo me pongo nada más de acordarme. Ese hombre sabía cómo “comer” en todos los sentidos.

Pero también tengo otra que fue un total failure, pero que necesito sacar de mi ronco pecho.

Esa no fue tan organizada. Ya teníamos una relación “muy estable” y él quería que nos grabáramos durante el acto. A mí no me parecía tan atractivo, pero le quise dar gusto.

No tuvimos mucho tiempo para organizar, yo le presté mi cámara y él era el encargado de que ya todo estuviera instalado al momento en el que yo llegara vestida en colegiala foxy, o sea, en puta. Él tenía esta fantasía de que actuáramos desde el inicio como si no nos conociéramos… (estoy escribiendo esto y no puedo de la risa), todo mal con nuestro script de película porno de nulo presupuesto, que además es real que lo hice y me siguen sin alcanzar los años para deshacerme del “ayñññ” que siento cada vez que viene a mi mente.

Total que ahí voy bien entendida a tocar el timbre muy plantada en mi personaje con mis coletas y moños incluidos. Desde que él abrió la puerta yo quería soltar la carcajada, no sé de dónde habrá sacado esa vestimenta dizque de maestro entrado en años, pero todo chafísima, el peinado, ¡todo! En serio de una forma que ahí sí era para decir: “¡corte!”, y pedir una pizza y ver una peli… pero continuamos. Mala idea. 

Yo volteaba a ver discretamente a la cámara y efectivamente el foquito rojo indicaba que se estaba grabando, y pues una echándole ganitas, porque siempre tienes en la cabeza esta idea de que en el video te vas a ver hermosa y súper sexy, ¿cierto? 

Había salido de mi casa echando tiros, según yo, además de que en ese entonces lo que sea que me pusiera se me veía bien, sin excepción, y desnuda todavía mejor.

Pues ahí estamos haciendo lo mejor que podemos, dándolo todo, y en eso… un pedo vaginal. 

Sí, uno de esos siempre odiados, jamás deseados pedos vaginales… yo me traté de hacer la que no pasó nada, y él como que me volteó a ver raro, pero al mismo tiempo siguió. 

Ahí yo ya había perdido toda concentración; solamente podía pensar en porqué me había pasado y ¡en plena grabación!. Él, que me imagino habrá notado mi falta de concentración, cambia de posición y se baja a probar el “cáliz de salvación”, cosa que nunca entendí, porque de por sí en situaciones normales yo lo tenía que guiar todo el tiempo, y a veces ni así lo lograba; y es que no hay mujeres frígidas, ¡hay lenguas inexpertas!, ¡lenguas pendejas!… ¡Hombres!, háganse un favor y corran a ver videos de lesbianas en YouPorn, y pongan TOTAL y ABSOLUTA atención en cómo lo hacen; pregunten, documéntense, porque sí quedan muy mal.

Obviamente no fue la mejor maniobra, y en el video se ve claramente cómo estoy tratando de moverlo sin lograr realmente el cometido, pero eso sí, sin quitar mi cara de “éxtasis” de “estrella porno”, hasta que casi forcejeando lo muevo y me siento encima de él, pero lo hice tan fuerte que me rasgué un poquito la entrada de la vagina al momento de introducirlo, así que empezó a doler, a arder más y más… Eso era absolutamente incómodo y doloroso…  Recordé que mi mini bolsa había quedado cerca de mí en algún momento en el que él me aventó a la cama, y la empecé a buscar con la mano, tratando de encontrar mi humectante de labios, pero obviamente no hay alguien grabando, o dirigiendo y haciendo un close up en algún otro punto, mientras está mi mano “disimuladamente” tratando de sacar el humectante de mi bolsa… por fin lo encuentro, lo abro, tomo un poco rápidamente y me lo aplico en lo que le estoy haciendo un blow, (según yo en el punto cumbre de verme la más hot del mundo, ya saben, triunfando), y siento de pronto el mentol arder como chile… no, no, no…

Las que han pasado por eso me entenderán, las que no, por favor nunca se les ocurra hacerlo. Se te va la respiración, te queda ese hilito de voz de un “ahhhhhh”, pero como mudo, sin fuerzas.

A mí se me torcieron los ojos y ya no pude más, tuvimos que parar.

Para desgracia nuestra, no sólo del video, ninguno de los dos habíamos logrado ni un orgasmo; yo tardé en recuperarme del mentol, hasta me tuve que meter a la regadera para enjuagarme con jabón.

Cuando salí, él estaba roncando. Yo apagué la cámara y me acosté a lado en lo que se pasaba el ardor y nos quedamos dormidos como hasta las 2 de la mañana. “¡Mierda!, ¡mis papás me van a matar!”. Me visto, agarro la cámara y me voy.

Cuando logré ver el video, eso era una absoluta vergüenza, ya ven que la expectativa y la realidad casi nunca van de la mano. Estaba para borrarlo instantáneamente, pero Iphone todavía no era así de pro, así que usamos una cámara de video pequeña que requería de un pequeño “mini cassette” que yo nunca le mostré a él y que guardé en mi caja fuerte por mucho tiempo. Incluso me mudé y se quedó en casa de mis papás, pero yo seguía teniendo la llave... Hasta que un día mi papá me habla: “Isabella, necesito que vengas a la casa, porque se metieron a robar, abrieron tu caja fuerte y están muchas cosas tiradas en el piso”.

No les puedo explicar qué me daba más miedo encontrar o no encontrar de lo que tenía ahí, cosas de valor obviamente, pero otras que nunca hubieras querido que tu papá viera…

Voy entrando a mi ex cuarto y ahí, en medio de todo, brillando resplandeciente, mi Sr. Villarino, el más grande y rosa fluorescente que pude encontrar (fue el primero que tuve, lo compré en atascada y cuando lo intenté usar me di cuenta de que era casi imposible introducirlo de lo grande que era).

Eso en automático significaba que mi papá lo había visto, pero además el “mini casette” no apareció por ningún lado. ¡OMG! ¡Trágame tierra y escúpeme en Naboo!

Yo siempre quise pensar que me lo había llevado a mi departamento y que estaría en alguna caja de la mudanza, pero me he mudado como 15 veces después de esa, y he vivido en cuatro países diferentes y nunca ha salido en ninguna de mis mudanzas, así que si por ahí cayó en manos de algún maleante, seguramente debo estar en algún bazar de la Ciudad de México con algún título como: “Turbulenta, Ardiente y Dolorosa” o tal vez esté siendo demasiado optimista, porque dudo mucho que alguien haya podido hacer dinero con eso, uno nunca sabe…

Con que no se lo haya quedado mi papá, ¡me doy por bien servida!

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