Querido Diario:

Mamás del mundo, cómo lo hacéis para no “ir a por tabaco” y no volver más cuando tu hijo ha entrado en los terrible two. Ha entrado a esa alberca (piscina) haciendo doble salto con tirabuzón. El “no me gusta”, “no quiero”, “yo solo”... 

A ver, que el que quiera ser autónomo es maravilloso, porque descubren el mundo que les rodea y desarrollan sus habilidades. Ahora bien, quedan 20 minutos para ir a la escuela y quiere ponerse los pantalones en la cabeza y la camiseta por los pies. Yo le dejo, pero le digo que eso no va así, y le ayudo a ver la forma correcta. ¿Y qué crees? Grita, se enfada, da cabezazos… todo porque quiere ponérselo sólo de la forma que le dé la gana.

Otra guerra es cuando tiene que comer. Siempre he presumido de lo bien que come mi hijo. Le gusta todo: verduras, pescado, carne, legumbres… Pero hasta aquí hemos llegado. Ahora sólo quiere pan y queso, que está genial, si no fuese porque lo quiere para desayunar, comer, merendar y cenar. Madres del mundo, ¿qué hacéis en estos casos? ¿Es aquí donde se empiezan a buscar los mejores internados? Me encantaría que me recomendaran uno con visitas los fines de semana, pero a través de una reja. No, en serio. Una acaba harta al final del día, pero los bebés (siempre será mi bebé) tienen ese chantaje emocional que nunca falla. 

Y es que hace unos días fue su cumpleaños, y me puse a ver fotos de cuando era una ratita pequeña. De las horas y horas que he pasado dándole pecho y viendo series en mi celular. Recuerdo que, de repente, durante esas largas noches, en mitad de la madrugada, me surgían dudas muy extrañas. Y, claro, en otros tiempos pues ahí te quedarías con esas inquietudes mentales que surgen del aburrimiento, pero hoy en día… ¡bendito Google! Por ejemplo, me surgió la duda de por qué se soplaban las velas en los cumpleaños. Encontré una corriente que defiende que este ritual viene de la antigua Grecia, donde se tenía la costumbre de ofrecer dulces redondos a Artemisa, la diosa de la Luna, representando el ciclo lunar. Sobre estos dulces, se colocaban unas velas encendidas para que al soplar y apagarlas, el humo llegase al cielo y así poder contactar con la diosa. Además, se pedía un deseo para que el humo lo transportara y así llegase a Artemisa. Lindo, ¿verdad? ¿Alguna vez se lo habían preguntado? Yo no sé si será cierto, pero esto lo sueltas en tu primer date y quedas como una reina.

Otra de mis dudas profundas y trascendentales fue: ¿cuánto y cuándo dormían las hormigas? ¿Quién no se ha preguntado esto alguna vez? ¿¿No?? ¿¿¿Nadie??? No puede ser que sea yo la única loca. Bueno, en mi defensa diré que seguramente esto fue un día de los que el bebé quería comer y yo no podía ni despegar un ojo. Aunque eso me sigue pasando cuando me pide una mamila (biberón) en mitad de la madrugada. Bueno, pues resulta que las hormigas obreras hacen unas 250 siestas al día. Pero ojo, sólo descansan un minuto por cada siesta. Lo hacen deteniendo su trabajo un momento y luego se ponen a trabajar de nuevo. Yo debo ser una hormiga obrera, pero de las que están muy puteadas en el trabajo, porque cuando le daba pecho al niño, podía hacer unas 250 siestas de 15 segundos, no más. Me despertaba cuando la cabeza se me caía hacia delante o hacia atrás. Esa sensación horrible sólo la conocemos las mamás y mi abuelo, que se duerme igual en el sofá. Solamente que él no se despierta ni aunque tenga la cabeza colgando casi en el suelo. Ahora bien, en las hormigas también hay clases sociales y la hormiga reina duerme sus nueve horas seguidas tranquilamente. Cuántas de nosotras somos hormigas reinas en cuerpo de obreras… qué lástima.

Y ya que me puse en el tema del sueño de los animales, me llamó la atención que la jirafa es de los animales terrestres que menos tiempo duerme. Lo hace de pie y no más de dos horas al día repartidas en periodos de cinco minutos. Eso me pasa a mí un sábado cuando veo la película de las cuatro de la tarde tirada en el sofá. Las jirafas tienen esta técnica de sueño, porque su tamaño les impediría levantarse con rapidez si van a ser atacadas. Pero una cosa, díganme que alguna vez no arriesgarían su vida por un par de horas de siesta echaditas en el pasto. Yo, desde luego, sí. Siempre dicen que para cuidar de los demás, primero una misma tiene que estar descansada, ¿no?, pues vigilen que no venga ningún león a comerme. 

Mientras escribía esta columna, he hecho un break para darme una ducha de esas en las que dejas caer agua hirviendo por tu cuerpo como si fueses a borrar el poco bronceado que te queda. Y claro, no hay ducha sin música. ¿Ustedes qué canciones se ponen? Yo suelo ponerme música que está muy por encima de mis dotes de afinamiento. Es decir, que no la cantaría bien ni usando AutoTune. Pero es curioso lo que cambia la voz cuando estamos en la ducha. Pero, ¿por qué? Pues la culpa la tiene la física. Las paredes duras y lisas del baño hacen que esta habitación actúe como una caja de resonancia, de modo que las ondas sonoras se reflejan en las paredes, aumentando la intensidad del sonido y haciendo que nuestra voz parezca mucho más potente. Además, debido a la reverberación la voz se mantiene más tiempo en el aire después de emitir cada nota. Es decir, que en la ducha podría grabar un disco junto a Rihanna y ella no quedaría en muy buen lugar. Pero la realidad es otra.

Es alucinante la cantidad de cosas que podemos pensar al día y cuanto menos tiempo pasamos durmiendo, peor. Estudios demuestran que una persona tiene unos 60 mil pensamientos al día, y que la mayoría se repiten, y gran parte de ellos son negativos. Muchos están condicionados por lo que nos han enseñado, por nuestras propias vivencias, el ambiente cultural que nos rodea o el lugar en el que hemos crecido. Es increíble el tiempo que pasamos boicoteándonos a nosotras mismas, ¿verdad? Pero además de todo el jaleo mental que tenemos, las personas decimos de 4 a 200 mentiras al día. Quizás no son mentiras con esa intención, pero decir que estás bien cuando te han preguntado qué tal estás, puede ser una de ellas, aunque sólo sea para evitar preguntas incómodas o simplemente terminar ahí la conversación. 

También te digo, es más fácil decir “estoy bien” que decir: “pues mira, ya que lo preguntas, me siento de la chingada, porque mi hijo no me da tregua y me encantaría que le saliese leche a mi marido por las tetas, para poder curar las mías de todas las grietas que me han salido y no se me curan, porque este bebé maravilloso y agotador come cada dos horas”. 

Porque muchas nos hemos sentido como una hormiga obrera, hemos hecho micro siestas de cinco minutos mientras preparábamos el desayuno, también habremos pedido a Artemisa un día completo (o unas vacaciones) en soledad absoluta o una ducha infinita alejada del mundo, y no por ello eres peor madre. Porque para curar las grietas (y las heridas de la vida) tenemos que darnos tiempo o sumar otra mentira más diciendo: “todo está bien, gracias por preguntar”.

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