Querido Diario

¿Quién dijo que en España y México se habla el mismo idioma? Es muy interesante ver cómo países de habla hispana tienen tantas diferencias en su léxico y expresiones. Aunque, quizá la palabra no sea “interesante”, más bien es frustrante, porque te das cuenta de que no consigues entenderte. ¿Creen que soy una exagerada? Bueno, va, quizá un poco, sí. Pero es para darle emoción a lo que voy a contar. Por ejemplo, hoy fui al súper y quería comprar pasta de dientes para el niño. Algo que parece un acto de lo más cotidiano y normal, pero no olvidemos que estamos en México y la normalidad tiene demasiados matices. En la caja del dentífrico pone: “Hasta 24 meses”. OK. Fácil, ¿no? Hasta 24 meses… es decir, cuando tenga 24 meses y un día no se lo uses porque el niño explota o vete a saber qué ocurre. Pero un recuerdo en mi cabeza me llevó a cuando le daba pecho al bebé y me preguntaron que “hasta cuándo le daría comida sólida”. Yo viendo que mi bebé tenía dos meses, le decía que todavía no le daba comida sólida. Sólo tomaba leche. Pero me seguían insistiendo: “Ok, pero ¿hasta cuándo le vas a dar comida, como verduras o fruta?” 

“No, güey, ¡el niño sólo toma leche!”

Fue una conversación de lo más absurda. Pero cuando entiendes que para decir “desde”, en México utilizan “hasta”, tu cabeza empieza recordar todas las conversaciones que no tuvieron ningún sentido. 

Así que le he comprado la pasta de dientes que dice “hasta”, pero que quiere decir “desde”. 

Oh, mierda. Ahora me asola una duda. ¿Y si el producto no es de México y es de otro país? ¿Será que el “hasta” sí tiene el mismo significado que en España? Bueno, cuando mi hijo tenga 24 meses y un día os lo cuento. 

También compré algunas cosas más, pagué y me fui a casa. Al quitarme esos jeans, que me quedan ya dos tallas pequeño, me di cuenta que en mi bolsillo traía los pesos que debía darle al señor que me ayudó a empacar mi compra. Porque en México, si compras en un súper, al final de la caja hay un señor o una señora adorable, con su chaleco, guantes y pantalón gris o negro, que te ayuda a embolsar tu compra a cambio de unos pesos. Estas personas viven de la poca pensión que tienen y de los pesos que consiguen cargando cajas de leche, sacos de comida de perro, grandes botellas de agua… Son personas mayores, de la tercera edad. Son amables y colocan tu compra con el amor que colocan los recuerdos en su casa. Me sentí tan mal que obviamente corrí al súper a darle los pesos que se merecía. Porque mientras el señor metía mi compra en una bolsa, yo sólo pensaba egoístamente en que había comprado unas velas para el Día de Muertos y no quería que me las colocase de tal forma que las pudiese dañar. Qué preocupación la mía, cuando ese señor se preocupa por sacar unos pesos para llevar a casa, ¿verdad?

Qué bien nos vienen de vez en cuando esas hostias de realidad.

Con mis velas en el salón y dulces para los niños disfrazados ya me estaba preparando para el Día de Muertos. ¡Estaba tan ilusionada! ¡Es mi primer Día de Muertos en México! Y créanme, es para ilusionarse. Porque si hay un lugar donde esa celebración es realmente especial, es aquí.  Qué bonita manera de celebrar la muerte. Festejando y recordando a quienes ya no están en cuerpo presente, pero sí lo están en alma. Festejan que es una presencia viva. Según la cultura mexicana, el día 1 de noviembre para los más chiquitos y el 2 de noviembre para los adultos, el alma vuelve a la tierra. En los altares, encontrarán sus dulces favoritos, papel picado, flores de cempasúchil, calaveritas de azúcar, pan de muerto (esto último debería sumarse a la lista de los siete pecados capitales… es una delicia).

Y yo me pregunto si para mí pondrán enchiladas verdes, ¡porque os juro que vuelvo a la vida! Podría estar desayunando eso todos los días. Ya hasta le voy agarrando gustito a que piquen un poco.

Festejar la muerte en lugar de lamentarla, ya dice mucho de una cultura. Ya dice mucho de los y las mexicanas. Porque esta cultura es especial. Especial para decir “hasta” y para decir “desde”; para decirte que el platillo sólo pica “un poquito” y terminar rogando que te corten la lengua; para embolsarte la compra con amor. Es especial desde que te acogen en casa para prepararte una sopa caliente (y picante) si te sientes mal; lo es para sonreírte y desearte un lindo día si no le puedes dar un peso, porque no tienes suelto; especial porque son los peatones quienes dejan pasar a los coches (eso o te atropellan). También son especiales porque no saben decir que “no”, aunque eso te haga dar treinta vueltas con el coche, porque te han indicado cómo llegar a un lugar que ni conocían. 

La mexicana tiene las trenzas de su cabello tan arraigadas y fuertes como sus raíces, y el mexicano se cura la cruda (resaca) tomando de nuevo. 

Ah, y una cosa más: se enorgullecen de su país y lucen su bandera sea quien sea el que gobierne. Como deberíamos de tomar nota de eso nosotros en España, donde usar la bandera con orgullo se ha convertido en sinónimo de ser fascista. Y nos llaman Primer Mundo… si ellos supieran…

México es un montón de cosas bonitas que brillan por encima de la mala fama que pueda tener. Pero si hay algo que tiene este país, son nombres de lugares que sólo podrías mencionar si te has tomado veinte chupitos de tequila, doce de mezcal y siete chiles habaneros. Les propongo que digan estando sobrios, en voz alta, de seguido y sin atascarse, estos nombres: El Cuastecomate, Hecelchakán, Acaxochitlán, Bacadéhuachi, Basaseachic, Tzintzingareo, Jechtojtik, Tlacuilotepec, Tahdizbchén, Tlatlauquitepec, Tlalixtac de Cabrera, Yachihuacaltepec, Tancanhuitz, Alaxtitla Ixacuatitla, Tlalnelhuyocan, Tlaquiltenango, Xalpatláhuac y Tequixquiac.

Necesito saber la verdad, ¿lo consiguieron? ¿Hay alguien más a quien tengamos que recordar este Día de Muertos después de haberlos dicho todos? Cuando comenzaron a leer y vieron “El Cuastecomate y Hecelchakán”, pensaron que la cosa no era para tanto, pero la cosa comenzó a ponerse bien cabrona, ¿verdad?

Mi favorito es Tzintzingareo, está en Michoacán y significa “santuario de colibríes”. Amo esos pajarillos. Para la cultura mexicana, si un colibrí cruza en tu camino es porque alguien en la lejanía te está mandando buenos deseos o está pensando en ti de una forma muy linda. Y si vuela sobre tu cabeza es porque está leyendo tus deseos y pensamientos bonitos para llevarlos a esa persona especial. 

Y como dijo el poeta mexicano Octavio Paz: “quieto, no en la rama, en el aire, no en el aire, en el instante, el colibrí”.

Así que, mis queridos colibríes, vuelen alto, festejen la vida, rían, canten por los que no están, recuerden los buenos momentos, abracen sus raíces y recuerden no darle pasta de dientes a sus hijos fuera de la edad recomendada. 

Pero, sobre todo, amen. Amen por encima de todo. Amen a sus mayores, a sus pequeños, a sus mascotas... Amen sin medida y festejen la vida. 

Feliz Día de Muertos.

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